El ruido inoportuno de la
ciudad,
el tic - tac de los
segundos,
las quejas del moribundo,
los pasos y los gritos, me
perturban.
Me susurran al oido. Y hurgan
en los pelos de la oreja.
en los pelos de la oreja.
El gato sobre las tejas
provoca el sobresalto de
un difunto.
Y en repentino despertar
pregunto:
-¿Será la tranquilidad,
más que una necesidad
un lujo?-. Mientras el
silencio escapa,
el bullicio escandaloso me
atrapa
con el hilo musical
de la fauna vecinal...
¡Qué armonía vivir en
comunidad!